31.12.2020

Me gusta andar, pero no sigo el camino
pues lo seguro ya no tiene misterio.
Me gusta ir con el verano, muy lejos
pero volver donde mi madre en invierno
y ver los perros que jamás me olvidaron
y los abrazos que me dan mis hermanos.

Me gusta el sol y la mujer cuando llora,
las golondrinas y también las señoras,
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril.

Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes, pero no los señores,
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés

No soy de aquí, ni soy de allá.
No tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.

Me gusta estar tirado siempre en la arena
y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal.

No soy de aquí, ni soy de allá.
No tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad

Casi acaba el dosmil veinte. Pero antes de que termine, yo canto junto a Alberto Cortez imaginando que vuelvo a tener nueve años y saco la mano por la ventana del auto mientras mi tío maneja y suena ésta canción en voz de él y de mi madre, mientras vamos a alguna playa de vacaciones.

El año pasado, al menos estaba con mis hermanos.

Hoy sólo tengo esta canción.

si conociera

Si conociera el idioma en que estás escrito

el alfabeto que da forma tu esqueleto

entonces podríamos crear esa otra lengua

algo nuestro

que combinara el efecto (que no distingo)

de la diéresis sobre las vocales alemanas

y las dobles erres del español que se suspenden

adorablemente en tu garganta.

Aprender alemán es aprender a amarte

recorrer la geografía de tu temperamento

poner un pie fuera de mí para pisar la hierba.

(Aprendo para poder nombrar

los espacios de luz que se abren en las cosas

cuando están sostenidas por tus manos.)

I. Zapata

las reglas del juego

  1. Dices «ven» como si fuera la cosa más inocente, tres (cuatro) letras que todas juntas encierran un filo finísimo y muy peligroso.
  2. No.
  3. Dos letras (casi en cualquier idioma, a veces más).
  4. «Qué bueno que estés con alguien , no es bueno estar solo«, te respondí. Genuinamente, me alegro por ti.
  5. Pero entonces, no me digas «ven» porque sabes bien que, apenas formulas la última sílaba, yo ya estoy buscando la manera de ir. No lo digas como si fuera un juego porque ese es uno en el que siempre salgo perdiendo. Hace años que tú eres el único que mueve todas las piezas.
  6. Tú habitas la tierra del sol naciente. Sé de memoria cuántas horas hay que sumarle al reloj, recuerdo perfecto cuál es la ruta del aeropuerto hasta tu edificio, en qué piso vives, el olor a humedad y los tanques de peces tropicales en la recepción.
  7. En una isla de las miles del archipiélago, nos conocimos, yo trataba de olvidar a S. Unos meses luego de conocernos me escribiste «ven» así que crucé el Atlántico para llegar a donde vivías. Visité los museos yo sola, moría de frío al volver a tu casa así que me hiciste sopa y la comí sentada en el radiador de tu sala. Sabía que era tu cumpleaños pero cuando te pregunté lo negaste. Al año entrante dijiste «iré» y al llegar me contaste de J, «¡qué bueno!» te dije y entonces buscamos vestidos para ella en la Ciudadela y en Coyoacán. Yo servía de modelo en las tiendas: «J es más alta, mejor ese otro». Te llevé a las luchas y a Teotihuacán. Visitamos juntos la casa de Diego y Frida, te asombraba el fervor con el que ella le amó. Yo guardaba silencio. Un año después dijiste «ven» y fui, pero tú no llegaste nunca a esa isla frente al desierto. 40 horas de vuelo. Un terremoto terrible y yo tan lejos. Otro año más tarde dijiste «ven» y volé a otra isla, buscamos apartamentos para ti con una agente de bienes raíces. Fuimos dos turistas igual de perdidos y T pensó que éramos pareja al llegar a la fiesta; te hice enojar por una torpeza, me regresé sola al aeropuerto. Un año más tarde nos vimos a la mitad de mi viaje a un país extraño, conocí tu alma mater pero también el parque donde jugabas de niño, a tu familia, la cocina de tu mamá: le llevé un rebozo color esmeralda y disfruté oír a tus amigos de la infancia hablando de ti con tanta admiración. Nos despedimos sin más. Luego, por casualidad, te encontré con tu ex-amiga y su bebé. La hierba, las ruinas, toda la historia aún viva, todo ahí. Y yo, como siempre, fuera de lugar.
  8. Este año el mundo se detuvo, de lo contrario, hubiera ido en primavera. Quizá sea mejor así.
  9. No digas «ven» porque yo no aprendo que no hablas en serio, que para ti es un juego y que yo no sé jugarlo tratándose de ti. Porque iré y estaré de nuevo ahí: flotando en una esquina, paralizada, sin atreverme a decir palabra, o caminando al lado tuyo esperando que algo ocurra y terminaré, como siempre: en un tren, sola, de vuelta a casa prometiéndome que será la última vez.
  10. No digas «ven» porque aún sabiendo todo eso, iré, con el mundo detenido o no, a donde estés y a pesar de todo, iré.

día de muertos

mixquic-02

los muertos no regresan

los muertos ya no escuchan.

ni una noche al año

ni el día último del mundo.

los muertos no nos hablan

no nos sueñan

no nos guían.

los muertos viven sólo en nuestra necedad

(humana)

hablan sólo en lo recuerdos

guían sólo con su ejemplo.

los muertos, muertos están, pues.

y ni todas las velas encendidas

ni las flores del munto juntas

podrán traérnoslos de vuelta.

 

diario sin fechas viii

[1] ojalá hubiera puesto más atención cuando nos conocimos

 

[2] hoy se trata de volver a empezar. algo. lo que sea. sólo recomenzar, como hábito de primavera, por simple instinto.

 

[3] olvidé ponerle agua a las plantas porque  traigo demasiados fragmentos de recuerdos entre manos. pedacitos de historias, ganas de algo (¿de volver? ¿concluir?), y una despedida que se va extendiendo más allá de lo debido.

 

 

nunca

pienso en ti

pero no recuerdo tu aroma

porque nunca hundí mi cara

en tu pecho.

 

recuerdo tu sonrisa,

el camino hasta tu casa:

schöneberg,

caminar hasta la esquina y

doblar en feurstrasse 34,

junto a esa cantina

que parecía molestarte

aquella noche.

 

recuerdo tu cocina,

sentarme en tu mesa,

junto a la ventana,

desayunar contigo…

 

recuerdo caminar por berlín

a tu lado

 

recuerdo a tus amigos,

tu calle,

tu oficina

tu librero

 

pero no recuerdo tu aroma

por más que lo intento,

por mucho que quisiera

 

porque, la verdad,

la única verdad,

 

es que nunca hundí mi rostro en tu pecho

ni tomé tu brazo caminando sin rumbo

por ninguna ciudad

pequeña y empedrada

 

nunca hundí mi rostro en tu pecho

nunca apoyé mi frente en tu cuello

ni acaricié tu cabello mientras dormías

o susurré una canción suave,

en mi idioma, a tu oído…

 

quizá por eso sigo triste

{la tristeza de lo que nunca fue}

 

El rompecabezas de mis sentimientos hacia ti

Supongo que es la fiebre o quizá sea el hecho de que son las cinco de la mañana y siga dando vueltas, insomne, en mi lecho. Sí, debe ser eso (o quizá más bien sí sea la fiebre que me ha acosado desde el medio día). Como sea, pensaba en ti.

Más bien pensaba en cuánto te quería cuando te quise tan desesperadamente. Pensaba en lo feliz que era, en lo miserable que luego me sentí. Recuerdo bien mis sentimientos hacia ti (más bien los siento, como se siente el peso de alguien sentado al borde de la cama, presionando su volumen contra mi cuerpo insomne) y al hacerlo se me revelan como el rompecabezas de algo inacabado, las piezas diminutas de cartón de una imagen que no completo.

Debe ser la fiebre, sí.

Por ello quisiera decirte algo como que «te sigo pensando mucho más de lo que puedas imaginar» aunque no veo por qué habría de hacer algo semejante.

Recuerdo que hablaba de la punta de tus dedos y de mi eclipsado cuerpo y también de manantiales y promesas y todo lo demás. Pero hoy me senté en esas banquitas de piedra, ahí, en el teatro al aire libre, esperando a que hiciera efecto la última pastilla y me acordé de que la vergüenza es ira vuelta contra uno mismo; entonces pensé «quizá haya sido mejor así».

Si tuviera las palabras que necesitas, te las llevaría hechas ramillete, como florecillas amarillas anudadas con un hilo.

Todas las palabras que ya no te di
The importance of Yellow

Me temo que se me han escapado mientras esperaba un no sé qué que jamás llegó.

Como sea, me temo que es la fiebre la que habla esta noche y no soy yo.

pillow talk

Hay tantos poemas que leí hasta el cansancio, como para leerme a mi misma en ellos, cuando lo único que quería era leer era un poema tuyo, un mensaje, un texto -por breve, que hubieses escrito pensando en mi, que tuviera todas las letras del nombre mío inscritas en él, así, bien clarito y sin ambigüedades. Como sea, el tiempo ha pasado desde entonces, si el mundo no ha dado tantas vueltas yo sí le he dado varias vueltas a mi mundo y ya no me leo en los versos que en ese entonces resonaron con estruendo en mis oídos.

No obstante, ahí van.

jeni olin : pillow talk

 As an insomniac compulsively flips a pillow

to cool the cheek, I turn you over again & again
& again in my mind when I need the cold side
of the said affair to rail against
“the ruinous work of nostalgia.”
If life imitates art, then each stillborn
has its own mucus-bright Blue Period.
Sharks keep moving to prevent dying.
People keep moving too, unwittingly staving off
the comfort of stasis, the virility of expiration, blah, blah…
But Death, the great highlighter, makes us all shine
a bit more dearly. I’m a widowchild who needs sunblock
against your blinding legacy. I used to get my cardio up
by just sleeping next to you. In a sane world,
I’d be bumped off to warn the others of a sky
so blue at the end of the working business day
if your veins hadn’t stolen the purest
Pearl Paint blue first. A broken thoroughbred –
I need a passport & vertigo pills to reach you.
Godspeed, galloping into your Misty Blue
OMG I miss you.

Power spectra

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Hoy me escondo,

me escondo de ti

pero – sobre todo –

me escondo de mi.

Me escondo en

espectros de materia

y en listas

iterativas

listas

de listas

de cosas por hacer:

es que los pendientes

son muchos,

mira que no tengo

tiempo de nada.

Supongo que

me escondo

también

de la distancia

porque el tiempo

no es más que

ese otro tipo de

distancia

que uno deja entre

una orilla y la siguiente

cuando

se aleja flotando

a la deriva.

Es que mira,

que no tengo

tiempo de pensar

y recordar

consume demasiados

suspiros

y demasiadas palabras,

que las canciones

las he dejado atrás

porque mueven

pilas de memoria

que no deben (?)

ser removidas.

Se asienta el polvo.

Me escudo en

espectros de materia,

en listas interminables

de pendientes

y la promesa

que te hice

de no hablar del

tema

nunca más.